No soportan la realidad, lejana de sus inocentes fantasías. Se les clava como espinas.
Míralos, ahí, en sus camas. Donde no hay comprensión, donde no hay valor. La humanidad suele atosigarlos.
Y cada mañana unas pastillas blancas y ácidas acuden a su cerebro... Poca cosa pueden hacer ya... Todo está perdido. No hay obertura para su música. No hay música.
Entonces se dan cuenta de lo que están haciendo. Y una vez más odian al mundo y a la puta realidad, lejos de sus ilusas e inocentes fantasías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario