sábado, 5 de diciembre de 2009

Por fin estoy a solas con la soledad... La noche se estremece. ¡Que muera toda la vida! Me arropa la necesidad... Pero el cielo no se inmuta. No llueven penas por mí, por nadie. Pero está bien, está bien deprimirse en invierno. Es lo normal... Aunque con los romances deshojados de la primavera la gente suele hacerlo en verano. Y eso no es normal. ¡Otoño e invierno son para deprimirse! Nada más... En invierno la luz se hace chiquita y el cielo se pone oscuro. Y yo ni lo veo desde aquí, desde debajo de la tierra. En invierno el frío nos encoje, por eso necesitamos a alguien que abrazar, alguien en quien descansar. Y entonces nos damos cuenta de nuestra soledad... Siempre había estado ahí, pero ahora te das cuenta de todo. Y pasará la Navidad, con más tristes Noches de Reyes, con sus niños ilusionados con los regalos. Pero tú ya no te emocionas con eso. ¡Si trajeran un poquito, aunque sea, de felicidad...! Vagar por la cabalgata del cinco de Enero es ya una costumbre. Mírales, los enamorados, tan felices... Y tú solo, solo con tu soledad. Las siniestras sombras de las simientes de tu propio sufrir subsisten. Saetas siseantes siegan la armonía...

¿Qué más da? Aún me tengo a mí y a mi mundo lejos del mundo.

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