miércoles, 22 de abril de 2015

Nunca el submundo supo tan bien, tirada bocabajo en una alcantarilla. Habría ranas sucias brincando debajo, ella podía oírlas sobre el murmullo lejano de una autopista que parecía el mar de las noches. No se veía gran cosa entre las rendijas sucias, pero podía distinguirse el agua marrón correr por la vieja canaleta. Su nariz rozó el metal oxidado, y el olor le llegó hasta lo más profundo de sus bronquios.

Así es como le gustaba estar. De día, la luz del sol hacía que arrugara la nariz. Cuando el sol se filtraba por los árboles del parque, se podía ver el polvo flotar. Eso no le gustaba en absoluto. El polvo flotando era una broma de mal gusto. Las motas suspendidas en el aire subían por el sol, como las carpas subían por una cascada. Eso quería decir que todo estaba viejo. A ella no le gustaba lo viejo.

Las ranas de la alcantarilla son verdes. No es un verde radiactivo, ni tampoco un verde oscuro de hoja. Es verde. Todo está oscuro, pero las ranas se miran, y ellas saben que son verdes. Están sucias, pero también lo están las esmeraldas enterradas en el estómago de las montañas. ¿No?

Por debajo de la canaleta vieja, donde corre agua sucia, hay más túneles. Son túneles que se cruzan y se doblan y se topan con paredes sin salida. Por los túneles hay menos aire y el aire está más caliente. Debajo de los túneles hay más túneles con más cruces, más paredes sin salida y menos aire más caliente. Los musgos afloran más arriba, donde las ranas.

Hay escaleras de ladrillos rojos que bajan hacia otros túneles adicionales mayores, por donde fluye agua más limpia. A veces, en el cauce de estos ríos profundos, emergen a la superficie cruces de piedra y se quedan flotando.

Seguramente, en algún lugar, todos estos ríos y riachuelos subterráneos desemboquen en lagos. Fuera de debajo del suelo, en cualquier montaña de los Andes, caen como cataratas. Es el agua pura que los turistas observan, sacando fotos y maravillándose entre chispas y espuma sobre el colorido telón de la montaña verde. Y en cualquier ciudad americana, en Río, en Concordia o en Montevideo, un amante de las sucias alcantarillas...

En las calles sucias, hace falta hacer prospección de hormigas y de gusanos y elogiarlos antes de que las flores de mayo empiecen a quemarse.


miércoles, 15 de abril de 2015

El agua salada pudrirá la madera, mientras el crujido sereno vela por las gaviotas.
Aún queda algo de vida en la ciudad, hay un mar amaestrado, un mar de zoológico, un mar encerrado. Una cuna encarcelada quizá pueda ser el peor de los martirios para quienes aún no han nacido.
Algunos dicen que la reina huirá, en jaque. Tal vez entonces, con la muerte absoluta del agua salada, nada nazca ya. O tal vez exploten los mares de calor, no lo sabemos.
Unos quieren encerrar también a la reina, para que el mar siga siendo libre a custodia compartida. Otros prefieren dejarla marchar...