Como engullidos por el tiempo, se retuercen y se hacen pequeñitos todos aquellos momentos que deseaba que nunca murieran. Ahora que lo pienso, siguen vivos en mi cabeza; pero es como comparar la débil llama de mis ojos cansados con la brisa radiante del sol. Por eso sigo esperando a quien me arrulle, para poder brillar tanto más que cualquier recuerdo, que cualquier emoción; ser libre incluso después de la muerte.
Pasan los minutos, caen como hojas de aquel árbol viejo... Los pájaros pían inquietos, el mundo gira. Mis pensamientos son capaces de estremecerme a veces. La espalda mía la recorren escalofríos, tal vez para instarme a suplicar algún abrazo. El viento me obliga a guarecerme... Mis ojos se cierran... Y todos los recuerdos se van apagando. Incluso aquella mecha que tanto me quemaba el corazón se apaga... Y aunque mañana volverá a arder, débilmente, sé que esta noche floto por aguas tranquilas del mundo que yo mismo me construyo. Y al futuro nada más quiero lanzar un mensaje: Te quiero, seas quien seas.
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