domingo, 28 de noviembre de 2010

Si tuvieran los albores del cielo eterno
los lamentos de esta alma atada
¡qué fríos serían los días, de gélido sufrir,
azorando hasta al viento, ablandando al mismo cerno!

Si abrieran la puerta de esta funesta morada
si cruzaran las rejas de esta celda enclaustrada
¡qué agonía, de ardientes rubores, de fríos calores
cubriría al derretido invierno
que nunca tantas llamas tuvo adentro!

Y al deshielo de la armonía; no quedará esperanza:
abrasará el fuego los cielos, se quemará todo de frío.
Y todo, tan helado, seguirá ardiendo tan vivo;
todo, tan quemado, morirá de frío esquivo.

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