jueves, 7 de noviembre de 2013

La cara de las cosas.

Podría comprar un brick de leche de ochenta y siete céntimos
y ver cómo sugiere el blanco pútrido canceroso
rastrojos de tela de cualquier araña
aburrida.

Podría irme a cualquier puente —¡arriba o abajo!—
o perderme en cualquier barriejo,
es lo mismo,
en todos ellos habrá alguien
sobre el que escribir.

Seguro que puedo pescar bolsas de supermercado de precios bajos
y productos más bajos todavía
en el mar de la ciudad.
Friolento y sucio,
no me voy a sentir distinto
a como me sentía.

Pero quizá debajo del asfalto —sangre de dinosaurio—
cualquier día, cualquier hora,
pueda escribir exactamente lo que notaba en donde se supone
que deben notarse
estas cosas.

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