Era un martes por la tarde, y tú bailabas. Mechas rosas y un corazón de serpiente. Hablábamos de anuncios de compresas, de la canción del mundial y de que dejabas preguntas del examen sin contestar cuando calculabas un aprobado, por pereza. Ya nunca volví a ver la miel que bajaba por tu espalda.
Era un sábado por la tarde, y tú tardabas. Pelo negro y corazón de dragón. Hablábamos de las guerras con tu madre, de sudaderas de rock y de veranos que empezaban con una pizza. Ya nunca volví a ver el universo expandiéndose en tus ojos.
Era un domingo por la noche, y yo esperaba. Vello inerte y corazón sin bandera. Pensaba en el mar, en nodos del supermercado y en un tobogán del parque acuático. Ya nunca volví a ver sombra de vida en mis ojos.
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