jueves, 6 de febrero de 2014

Memorando de un exsuicida.

No hay ningún señor de barba blanca, pero después de un romántico suicidio en un nudo corredizo (las ganas de morir superaron mi torpeza congénita) me piden que escriba esto. Parece que la burocracia es interdimensional, porque si no, no van a dejarme entrar. ¿Y a dónde? Eso me pregunto yo. Tampoco recuerdo gran cosa de mi pasado, pero vale:

Mi ansia por tragarme Júpiter estaba grabada en tinta china. Recuerdo sobre todo los veranos, y estar metido en un avión de noche. No sé por qué se me ocurre sumarle diez a veintisiete, pero como creo que es importante, lo escribo. Recuerdo montar un caballo dentro de mis oídos, y un ejército marchando dentro de mi almohada, que mi hermana me presentó.
Te comparo con la araña, querida; te daban miedo, no te gustaban los bichos, no te pegaba; pero negros como dos arañas eran tus ojos y negra fue tu despedida. Siempre me pareció curioso que aquél a quien tomaste de la mano se llamara igual que yo.
"Las corrientes del tiempo son misteriosas". Eso leí, y qué bello es el Universo; pero lo quería todo para mí. En vida quería ir a otros mundos, a paraísos inefables; ahora que estoy muerto quiero ir a la vida, o morir otra vez, a ver cuál es el cielo del cielo, o el infierno del infierno. Me gustaba rescatar momentos que había vivido en el pasado y convertirlos en idolillos de Tara, porque parían nebulosas que crecían en mi cabeza y me drogaban haciéndome creer que flotaba a la lenta deriva de un mar de ciempiés de plata.
Me molesta pensar que nunca inventaran algo que desafiara la gravedad hasta el punto de negarla. ¡Cuánto me habría gustado ver una plaza con un templo griego flotando en medio del cielo de una noche de verano!... Ni siquiera eso lo veo aquí, pero su existencia detrás de mis párpados hace que sea un verdadero goce (casi sexual; de coito psicoemocional) no perturbado por las inclemencias de la realidad (la realidad es un estornudo, en seguida se nos va el placer, nos cansamos de ella como de comer tres días seguidos lo mismo).
Lo último que puedo decir es que la Torre Eiffel la pintaron toda como si fuera un lienzo, la pasaron por una licuadora, y ahí, en sus ondas, nos bañábamos todos; pero no soportaba ya nada, y vi un tutorial en YouTube sobre cómo ahorcarse. Y aquí estoy. ¡Espero ser seleccionado, o algo! Hablo con franqueza, porque le gané el pulso a la muerte precisamente cuando mi brazo se torció y chocó contra la mesa. No tengo nada que perder.

No hay comentarios:

Publicar un comentario