sábado, 7 de enero de 2012

En medio de la quietud nocturna de la playa, se bajó los pantalones vaqueros junto con los calzoncillos. De cara a la marea, con la brisa despeinando su pelo y refrescando su cara, agarró su pene y expelió el fluido amarillento. El dulce sonido de la orina chocando contra la arena fue un añadido que, junto al vaciado constante de la vejiga, lo hizo sonreir por primera vez en la semana. Había hecho bien en tomarse unas vacaciones por adelantado.

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