Pero esa noche a Craddlyn no le preocupaban los policías, ni sus asuntos turbios, nada de eso. Algo rondaba por su cabeza. Tirado en la acera, donde mismo había esnifado la coca, miró la silueta de los árboles dibujándose al borde de la carretera. El viento raspaba la noche que se perdía en el infinito, y se fijó en un árbol concreto. Parecía amoldarse con el viento. Volvió a resoplar. Tenía frío, pese a su chupa de cuero y su sudadera. Quería que llegara de una vez el autobús para echarse a dormir. Euphorie, la chica con la que estaba follando últimamente estaba muy rara, y eso le preocupaba. No sabía que hacer en esa situación. Parecía centrarse mal en ese capullo que en él. Le parecía muy bien que tuviera novio, pero él siempre había estado con ella, incluso cuando estaba soltera. Por eso le molestaba que de buenas a primeras le costase abrirla de piernas, que se pusiera con excusas nombrando a ese gilipollas. Pero Craddlyn no era un chico excesivamente violento. No le gustaba usar la violencia. Sólo lo hacía cuando no quedaba opción.
Un chico de piel negra pasó a su lado. Le echó una rápida mirada y continuó su camino. Mientras tanto Cradd seguía en su mundo. Estaba sufriendo. Realmente no era sólo sexo, era algo más. Se preguntó si amaba a esa chica. En todo caso sufría por ella, y no le gustaba.
Por fin vio el autobús a lo lejos. Recogió el llavero, la cartera y la navaja del suelo, y se puso de pie. Despues de decirle al autobusero a dónde quería ir, pagó y se sentó cerca de la puerta central. Se recostó usando los dos sillones y puso las piernas en los de alante. Cerró los ojos. El bus arrancó, menos mal. Le encantaba cuando se ponía en marcha. Pero en cinco minutos paró de nuevo, y el del bus se quedó hablando con Tauro, el guardia de seguridad de la estación. Lo conocía de vista, incluso había intercambiado unas palabras con él. Se quedó hastiado. Algunos pasajeros más se subieron, y Craddlyn torció una sonrisa en su boca cuando el chófer volvió.
Cuando el vehículo entró en campo abierto, Craddlyn apretó el botón que indicaba que el chófer había de pararse en la siguiente parada: la más cercana a su casa.
Una vez allí, Craddlyn recordó que había cogido el llavero equivocado, y que Cejalia tendría que abrirle la puerta otra vez. Cruzó la autopista, porque no pasaba ningún coche y no quería dar todo el rodeo. Cuando estaba cerca de casa la cocaína que había tomado se le subió a la cabeza y gritó mientras corría.
Tocó la puerta de madera oscura, casi negra, y Cejalia salió, media dormida. Él la abrazó. Lo primero que hizo fue ir a mear todo el alcohol que había tomado esa noche, y acto seguido se acostó en su cama y se durmió nada más apoyar la cabeza en la almohada. Todo daba vueltas.
Sin duda Craddlyn es todo un elemento.
ResponderEliminarSeguiré de cerca sus pasos.
:)