Ella quería estar allí durante la operación, y por las circunstancias especiales de ésta, se lo habían concedido. El cirujano abrió el cráneo, dejando la materia gris al descubierto.
Olía a madera cortada de abeto sereno, olía al sonido de un riachuelo que galopa sobre las rocas.
—Papá —dijo ella, a punto de llorar—, ¿cómo es que pudo brotar en ti esa maldad en medio de toda esta quietud?
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