Porque nunca olvidaré las veces que hacíamos batucada en las butacas delanteras del cine y Meler siempre nos llamaba la atención.
Porque nunca olvidaré las risas con Edgar cuando nos quedábamos a dormir en casa de Meler.
Porque nunca olvidaré las inocentes cenas en el japonés.
Porque nunca olvidaré la Nochevieja deambulando con Chencho por Arrecife.
Porque nunca olvidaré la fiesta en casa de Meler en la que me enrrollé con Neko.
Porque nunca olvidaré el día de la graduación, que fuimos a casa de Meler, y estaba tan entretenido que no quise ir a la orla.
Porque nunca olvidaré las mañanas de los sábados, cargando los instrumentos para ensayar en casa de Chencho.
El pasado se queda guardado en la memoria para que lo acaricies cuando quieras.
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